Se considera sordera a la pérdida total de audición en uno o en los dos oídos, un problema que, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), afecta a 360 millones de personas, de los que alrededor de 34 millones son niños. Entre las causas habituales de este trastorno se encuentran el envejecimiento, los factores genéticos, y los factores ambientales o externos como un mal cuidado de la salud auditiva. La OMS calcula que el 50% de las pérdidas auditivas son prevenibles tomando las medidas adecuadas.
La Sociedad Española de Otorrinolaringología y Cirugía de Cabeza y Cuello (SEORL-CCC) recuerda 5 datos claves sobre la sordera:
En la actualidad las fuentes de ruido a las que la población se expone de manera cotidiana han aumentado. La OMS recomienda no sobrepasar los 65 dB de intensidad de exposición al ruido, pero en bares, conciertos o festivales se superan normalmente los 110 dB.
El sonido es proporcionalmente lesivo a la intensidad y al tiempo de exposición. Según las recomendaciones, un sonido a 80 dB de forma prolongada durante 8 horas implica riesgo de pérdida audición, a 95 dB no convendría exponerse más de 15 minutos y a 110 dB menos de un minuto. Estos límites recomendados se sobrepasan de forma habitual en los eventos musicales, fenómenos que van en aumento.
Escuchar música mediante auriculares también puede propiciar problemas auditivos si se escucha a más del 60% del volumen. De hecho, un estudio alemán reveló que un tercio de los jóvenes que utilizan estos dispositivos lo hacen volumen superior a 80 dB.
Unos 34 millones de niños sufren algún tipo de sordera discapacitante. Las causas pueden ser genéticas o por factores externos, pero los expertos señalan que el 60% de estas pérdidas auditivas son por causas que se pueden prevenir.
Desde que son bebés hay que prestar atención a la posible aparición de una pérdida auditiva, aunque sea leve, y tratarla de la forma adecuada. Los niños que sufren trastornos auditivos presentan un rendimiento académico más bajo y problemas de atención.
Tanto si la pérdida auditiva es temporal como permanente, puede condicionar trastornos en el aprendizaje, especialmente en el desarrollo del lenguaje. Por ello es fundamental detectar y tratar cuanto antes una posible pérdida auditiva. Además de la detección temprana, es necesario prestar atención a la salud auditiva a lo largo de la vida del niño: proteger los oídos del frío, evitar que se expongan a ruidos fuertes, cuidar su higiene, etc;. En este decálogo de consejos de la SEORL-CCC se encuentran las principales recomendaciones para el cuidado de oídos en niños.
Existen ciertos tipos de medicamentos cuyos efectos secundarios pueden dañar la capacidad auditiva, se conocen como medicamentos ototóxicos. Los que más riesgo entrañan son los antibióticos aminoglucósidos y los antipalúdicos.
Los aminoglucósidos se emplean para infecciones graves de bacterias tipo gramnegativas, y si las dosis se prolongan demasiado en el tiempo, las consecuencias auditivas pueden ser irreversibles. En cuanto a los antipalúdicos, se emplean para prevenir o tratar la malaria y el paludismo. También se utilizan ciertos tipos de antipalúdicos para tratar la artritis reumatoide y el lupus. La OMS insta a los especialistas a conocer al detalle todas las contraindicaciones y a controlar y recetar de forma racional este tipo de fármacos a los pacientes que lo requieran.
La presbiacusia o pérdida de audición relacionada con el envejecimiento afecta al 30% de la población a partir de los 65 años. Los datos demuestran que el envejecimiento general de la población en España es ya una realidad, por lo que este problema auditivo genera trastornos en una gran parte de la sociedad. Si no se realiza el tratamiento adecuado, las personas mayores corren el riesgo de aislarse y sufrir cuadros de depresión y ansiedad.
Como forma de prevención y para seguir un control adecuado, al menos una vez al año se recomienda hacer un examen auditivo para ajustar el tratamiento en caso de ser necesario.
Con los dispositivos adecuados, hasta un 20% de la población mejoraría sus problemas auditivos, pero la venta de audífonos, según las estadísticas de la OMS, satisface tan solo el 10% de las necesidades a nivel mundial y el 3% en los países en vías de desarrollo.
En función del tipo y del grado de sordera, existen diferentes soluciones para mejorar la audición. Cuando la patología no sea severa o profunda, los audífonos son la mejor opción dada su seguridad y eficacia. Su funcionamiento se basa en amplificar las ondas sonoras para facilitar la escucha.
Los implantes cocleares por su parte, se utilizan en pacientes que presentan un grado de sordera muy profundo o sordera total, y que no pueden ser rehabilitados con audífonos. Se insertan en el interior de la cóclea mediante una intervención quirúrgica. Actúan sustituyendo la función de las células del oído interno, transformando las señales acústicas en señales eléctricas que estimulan el nervio auditivo. Los implantes cocleares no restablecen la audición normal, pero si permiten reconocer sonidos y voces, por lo que mejoran la calidad de vida y permiten la comunicación de los pacientes con sordera profunda o total.
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