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La sensación de picor de oídos es uno de los síntomas más frecuente por el que consulta el paciente en atención primaria y cómo no, siempre sale a relucir en la consulta de otorrinolaringología.

Sabemos que el oído es una zona muy sensible, inervada por cuatro nervios diferentes: nervio vago (X par craneal), nervio auricular mayor, nervio trigémino (V par) y nérvio de Jacobson (rama timpánica del nervio glosofaríngeo -IX par-).

La piel del conducto auditivo externo, en su porción cartilaginosa, tiene una anatomía y función similar a la piel de la cara. Presenta sus glándulas sudoríparas y sebáceas y también sus folículos pilosos.

Es bastante frecuente que la piel del conducto se altere cuando es sometida a agresiones externas e internas.

Las externas pueden ser debidas a un exceso de autolimpieza, un aumento del tiempo de contacto con el agua, procesos infecciosos de oído medio que producen otorrea (supuración), etc…

Entre las causas internas, debemos hacer hincapié en los cambios hormonales, en los problemas de tipo autoinmune, que conducen a una piel más adelgazada y sin la capa de cerumen que la protege y en los cambios emocionales que desembocan en estrés y ansiedad crónica.

El paciente suele rascarse la piel del oído con diferentes instrumentos, como suelen ser los clips, las horquillas del pelo, bastoncillos e incluso con una uña enórmemente alargada de su dedo meñique.

Es muy importante como sucede siempre en medicina, la anamnesis, es decir, escuchar lo que te cuenta el paciente.

Pasamos seguidamente a la exploración. Ya en este momento tendríamos que tener un diagnóstico claro en mente.

Si existe una causa infecciosa la trataremos correctamente, evitando el contacto con el agua de forma completamente segura.

Una vez que la piel se encuentra sin infección, deberemos proceder a recuperarla.

La dermatitis de conducto se soluciona muchas veces con una correcta hidratación diaria de la piel, como deberíamos realizar con la piel de nuestra cara y cuerpo. No debemos abusar de cremas que contengan corticoides, pues conduciría a largo tiempo al desarrollo de una piel muy fina e indefensa.

Es importante evitar abusar de tratamientos en gotas o sprays, que hacen que la piel se macere, como son los cerumenolíticos o gotas poliantibióticas.

Un oído sano siempre está recubierto por una capa de cerumen. Cuando este cerumen desaparece, la piel se adelgaza. Si la viéramos al microscopio, se parecerían a esos campos desérticos, con el suelo agrietado.

A través de esas grietes, los gérmenes pueden pasar y producir las molestas infecciones u otitis.

No debemos olvidar nunca tratar las causas que originaron el problema dermatológico. De no ser así, la persona volvería a recaer en la misma sintomatología.

Ante la persistencia de los síntomas, no dudes en contactar con un especialista.

Espero que te haya gustado este artículo y nos tienes a tu disposición.

 

Félix Díaz Caparrós
Doctor en Medicina y Cirugía
Especialista en Otorrinolaringología
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